Citas y frases célebres de Michel de Montaigne
El mejor matrimonio sería aquel que reuniese a una mujer ciega con un marido sordo.
Médicos. Hombres de suerte. Sus éxitos brillan al sol... y sus errores los cubre la tierra.
Yo no me encuentro a mí mismo cuando más me busco. Me encuentro por sorpresa cuando menos lo espero.
Una cabeza bien formada será siempre mejor y preferible a una cabeza muy llena.
La principal ocupación de mi vida consiste en pasarla lo mejor posible.
Pronunciamos audazmente: matar, robar, traicionar; y en cambio, aquello otro, ¿no vamos a atrevernos a nombrarlo más que entre dientes?
Los celos son, de todas las enfermedades del espíritu, aquella a la cual más cosas sirven de alimento y ninguna de remedio.
La prueba más clara de sabiduría es una alegría continua.
Quien le enseña al hombre a morir, le enseña a vivir.
El niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender.
El hombre sabio no lo es en todas las cosas.
El que teme padecer padece ya lo que teme.
La palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha.
No hay cosa de la que tenga tanto miedo como del miedo.
Aunque pudiera hacerme temible, preferiría hacerme amable.
La muerte no os concierne ni vivo ni muerto: vivo, porque sois; muerto, porque ya no sois.
El matrimonio es como una jaula; uno ve a los pájaros desesperados por entrar, y a los que están dentro igualmente desesperados por salir.
Prohibir algo es despertar el deseo.
Cien veces al día burlamos nuestros propios defectos censurándolos en los demás.
En la despedida siempre aumenta un poco nuestro afecto por las cosas que queremos.
El mejor matrimonio sería aquel que reuniese a una mujer ciega con un marido sordo.
Yo no cito a otros más que para expresar mejor mi pensamiento.
Nadie está libre de decir disparates: lo malo es hacerlo en serio.
Incluso en el trono más alto uno se sienta sobre sus propias posaderas.