Siempre he tenido un profundo sentido religioso y una avidez innata por aprender. La curiosidad me ha movido sin freno. Hace tiempo descubrí una vía de conocimiento y de comunicación muy satisfactoria, al menos para mí. En esta vía se incluyen las Cartas.
Sí, yo soy de las que cree que el cielo se comunica con nosotros y, de alguna manera, “se amolda” a nuestras necesidades.
Siempe he considerado que el lenguaje de Dios tiene que ser mucho más amplio que el nuestro; pero, puesto que Él conoce nuestras limitaciones, es lógico pensar que cuando nos habla lo hace con nuestras palabras, unas palabra que nos serán más facilmente comprensibles si son expresadas en nuestro propio idioma.
Me llena de admiración el hecho de que cuando hago una pregunta sincera, aparezca la imagen de una carta que en ese momento puntual es extraordinariamente reveladora. No sólo me ha sucedido con las cartas; también los libros son otro instrumento. ¿Nunca te ha sucedido pensar en un problema, abrir un libro y encontrar la frase que te ayuda a resolverlo o a enfocarlo debidamente? ¡A mí sí! ¿Y otro tipo de señales? ¿No has ido paseando por la calle y se dirige a ti aquella persona que, de alguna manera, responde también a una situación determinada que se relaciona contigo? En la cola del cine, en el tren, en el trabajo, quien te habla por la razón más nimia resulta ser alguien que esconde algo relacionado contigo: es de tu mismo pueblo, tiene el mismo trabajo, estudia la misma carrera, y un largo etcétera de “casualidades”.
He aprendido a no reírme de estas aparentes casualidades y, en su lugar, a bendecirlas.
Me gusta barajar las cartas que he ido adquiriendo, me gusta tocarlas, y ver cuál algo en mi interior me dice que debo destapar. También me gusta navegar por internet y pedir ayuda al cielo utilizando este medio. Creo que el cielo lo que hace es ofrecerte la posibilidad de que las enseñanzas de los demás y tus propias necesidades se conjuguen. Por muy mecánico y técnico que sea un medio, el Cielo está por encima de él y puede hacer que lo natural se convierta en algo sobrenatural para ti, siempre y cuando tu petición parta de un sentimiento sincero.
Por supuesto no descarto en absoluto la propia valoración, sin autoengaños, pues también considero que para eso se nos ha regalado la mente: para hacer uso de ella.
Mi experiencia, para mí, es hermosa. Experiencia... sí, e-x-p-e-r-i-e-n-c-i-a, así, con todas las letras; porque de poco sirve que te den la receta del pastel si no te lanzas a probarlo. Y no hablo sólo del Tarot, sino que me refiero a cualquier vía de acceso a ese campo tan necesario y, a veces, tan poco explorado como es la espiritualidad.
Sí, yo soy de las que cree que el cielo se comunica con nosotros y, de alguna manera, “se amolda” a nuestras necesidades.
Siempe he considerado que el lenguaje de Dios tiene que ser mucho más amplio que el nuestro; pero, puesto que Él conoce nuestras limitaciones, es lógico pensar que cuando nos habla lo hace con nuestras palabras, unas palabra que nos serán más facilmente comprensibles si son expresadas en nuestro propio idioma.
Me llena de admiración el hecho de que cuando hago una pregunta sincera, aparezca la imagen de una carta que en ese momento puntual es extraordinariamente reveladora. No sólo me ha sucedido con las cartas; también los libros son otro instrumento. ¿Nunca te ha sucedido pensar en un problema, abrir un libro y encontrar la frase que te ayuda a resolverlo o a enfocarlo debidamente? ¡A mí sí! ¿Y otro tipo de señales? ¿No has ido paseando por la calle y se dirige a ti aquella persona que, de alguna manera, responde también a una situación determinada que se relaciona contigo? En la cola del cine, en el tren, en el trabajo, quien te habla por la razón más nimia resulta ser alguien que esconde algo relacionado contigo: es de tu mismo pueblo, tiene el mismo trabajo, estudia la misma carrera, y un largo etcétera de “casualidades”.
He aprendido a no reírme de estas aparentes casualidades y, en su lugar, a bendecirlas.
Me gusta barajar las cartas que he ido adquiriendo, me gusta tocarlas, y ver cuál algo en mi interior me dice que debo destapar. También me gusta navegar por internet y pedir ayuda al cielo utilizando este medio. Creo que el cielo lo que hace es ofrecerte la posibilidad de que las enseñanzas de los demás y tus propias necesidades se conjuguen. Por muy mecánico y técnico que sea un medio, el Cielo está por encima de él y puede hacer que lo natural se convierta en algo sobrenatural para ti, siempre y cuando tu petición parta de un sentimiento sincero.
Por supuesto no descarto en absoluto la propia valoración, sin autoengaños, pues también considero que para eso se nos ha regalado la mente: para hacer uso de ella.
Mi experiencia, para mí, es hermosa. Experiencia... sí, e-x-p-e-r-i-e-n-c-i-a, así, con todas las letras; porque de poco sirve que te den la receta del pastel si no te lanzas a probarlo. Y no hablo sólo del Tarot, sino que me refiero a cualquier vía de acceso a ese campo tan necesario y, a veces, tan poco explorado como es la espiritualidad.